EL JUEGO
Es como un ensayo de la vida, una preparación que nos hace fuertes para soportar todo tipo de frustraciones y dificultades. Haciendo uso de la imaginación, nos pone ante situaciones insólitas y nos obliga a afrontar retos que la cotidianidad no es capaz de plantear.
Se habla a menudo del juego como si se tratara de un descanso del aprendizaje serio. Pero para los niños el juego es parte fundamental del aprendizaje serio.
El juego es realmente el trabajo de la infancia, y a diferencia de un trabajo, es gratuito. No obtenemos ningún beneficio material y, sobre todo, no lo hacemos por obligación. “¡Juega!” Es una demanda imposible porque el juego nace de la espontaneidad igual que toda fuerza creativa.
Solo jugamos cuando nos sentimos mínimamente protegidos y estimados, y es quizás la actividad que más entrena para ser feliz, porque genera comunicación, confianza, y alegría y espanta los malos espíritus que incuban la depresión.
Tiene unas fronteras invisibles de tiempo y espacio y unas reglas tácticas. Crea un universo paralelo donde todo tiene sentido y, como sabemos quiénes somos y qué debemos hacer, vivir se vuelve una aventura emocionante que exorciza miedos y conflictos creando complicidades. Hoy, tras la noche de Reyes, debería ser una actividad dominante, pero la progresiva intrusión de los adultos en el espacio de la infancia hace que algunos niños y niñas hayan perdido el ánimo.
Cuando un juguete es tan inteligente que solo permite jugar tal como él manda, pasa a ser un producto de consumo que deja un intenso sabor de insatisfacción.
No puede haber ocio creativo sin un aburrimiento previo que vuelva a conectar a cada niño con sus deseos. Nada puede ser mágico si no ha sido largamente incubado. El peor enemigo del juego es la saturación de estímulos.
Albert Pla Nualart – Enero de 2012